La arqueología es la ciencia que estudia, describe e interpreta las civilizaciones antiguas a través de los monumentos, las obras de arte, los utensilios y los documentos que de ellas se han conservado hasta la actualidad. Cuando la actividad se realiza bajo el agua se llama arqueología subacuática.
Hasta que la navegación fue sustituida por otros medios de transportes a mediados del siglo XIX, el comercio se realizó mayoritariamente en barcos, produciéndose un denso tráfico marino con un porcentaje relativamente elevado de naufragios. Ello ha provocado que una parte importante del patrimonio de la humanidad permanezca en el fondo de los mares. Además, los desastres naturales o provocados por la mano del hombre han dado como resultado que diversos asentamientos humanos hayan quedado sepultados por las aguas desde tiempos inmemoriales.
Según la UNESCO, en los mares del mundo se hallan alrededor de tres millones de naufragios sin explorar. Cada año se recuperan del fondo del mar decenas de pecios provenientes de barcos naufragados y elementos de ciudades que desaparecieron bajo las aguas.
Naufragios
El pecio, o resto de un barco naufragado, es una «cápsula de vida» de un momento determinado tal vez de hace cientos de años, y contiene documentación valiosísima de la vida de sus tripulantes, las técnicas navales, la construcción naval, la vida a bordo, el comercio y la cultura del momento del naufragio. Una vez descubierta, toda esta información debe ser cuidadosamente estudiada, situada en el lugar exacto del hallazgo, dibujada y fotografiada, y posteriormente vendrá la difícil decisión de extraer o no las piezas de su lecho marino, ya que la conservación de los materiales «empapados» comienza en el momento justo de su extracción y elevación a la superficie, puesto que corren peligro de destruirse si no reciben el tratamiento adecuado. Un pecio muestra la última instantánea de lo que sucedió antes de reposar durante siglos hasta ser encontrado, hasta ser descubierto sin pretenderlo, manteniendo todo su saber en perfecto estado ya que, gracias a la falta de oxígeno, hay muchos elementos que se mantienen intactos. Por ejemplo, la madera con la que están construidas las embarcaciones llega a un punto máximo de deterioro, a partir del cual permanecen estables durante siglos, si las condiciones ambientales no cambian. El proceso se invierte al sacar las piezas al exterior: si no se adoptan complejas medidas de conservación, aquellos objetos más sensibles al contacto con el aire, y por tanto a la oxidación, se alterarán rápida y definitivamente.
El ser humano lleva mucho tiempo ideando artefactos que le permitan descender hasta el fondo del mar e investigar lo que se halla en su lecho marino, pero no lo consiguió hasta que se inventó el buceo autónomo, en los años 40 del siglo pasado. Fue entonces cuando comenzó, primero de forma muy tímida, la arqueología subacuática. Sus fases de un proceso de investigación son: la prospección, la excavación y la preservación de los yacimientos.
Lola, Pilar y la arqueología subacuática
Lola Higueras, como explico en Mujeres de los mares, de Ediciones del Viento, fue la primera arqueóloga subacuática que hubo en España. En 1970, al poco de entrar a trabajar como Jefe de Investigación en el Museo Naval, en Madrid, el Almirante Guillén creó la Unidad de Investigación de Arqueología Submarina y, tras realizar un curso de formación como nadadora, Lola fue la que asumió la dirección de esta sección, dando comienzo a su increíble aventura y sumergiéndose en un mundo donde coraleros, pescadores, trabajadores de las plataformas petrolíferas y otras infraestructuras marítimas o buceadores de combate fueron sus compañeros.
A lo largo de sus 35 años de vida profesional en el Museo Naval, Lola logró reunir y documentar más de 2.000 expedientes de naufragios españoles en España, América y Filipinas y otros archipiélagos del Pacifico, consecuencia del intenso tráfico marítimo de la Carrera de Indias, entre los siglos XVI y XIX.
Pilar Luna, fallecida en marzo de 2020, fue su homóloga en México. Su reconocimiento ha sido a nivel internacional, apodada “el azote de los cazatesoros”, porque nunca cedió ante chantajes de todo tipo, incluidos los de empresas como la compañía Odissey. En 1980, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de Ciudad de México creó un área para desarrollar la investigación y defensa del Patrimonio Cultural Subacuático, a cuyo frente situaron a Pilar; puesto que ocupó treinta y siete años, hasta que en 2017 se jubiló.
Una de sus investigaciones fue el proyecto Flota de la Nueva España (1630-1631) con sus buques insignia Nuestra Señora del Juncal y Santa Teresa, siendo éstos el blanco principal de los cazatesoros. El buque español Nuestra Señora del Juncal, zarpó de Cádiz en 1630 y se hundió un año después, tras una lucha terrible contra el mar en el Golfo de México. Iba cargado de monedas de plata y una gran variedad de productos autóctonos, como el palo de tinte de Campeche, especias y chocolate. Siendo mujer y en un país reconocido como machista, muchas veces fue difícil enfrentarse a autoridades y a poderosos grupos económicos y políticos. Pero Pilar Luna utilizó siempre una norma: «Nuestro patrimonio ni se vende, ni se subasta, ni se compra, ni se regala, ni se malbarata».
El Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro fue otra gran investigación: tres espeleobuzos descubrieron en una gruta inundada hace milenios, un esqueleto humano perteneciente a una joven de unos 15 años —a la que llamaron Naia— que vivió hace casi 13.000 años, en el Pleistoceno Tardío. También hallaron esqueletos y restos de cuarenta y dos animales, varios de ellos ya extinguidos (gonfoterio, tigre dientes de sable, perezoso gigante de tres tipos y osos de cara corta, entre otros). El esqueleto de Naia era el eslabón que confirmaba que al menos algunos grupos de los primeros pobladores de América llegaron, en efecto, de Siberia vía el Estrecho de Bering.
Actualidad
En el presente, no solo se encuentran bajo las aguas piezas de pecios o de antiguas colonias humanas, sino que se pueden visitar incluso obras de arte, como las que existen en Lanzarote (Islas Canarias) en el Museo Atlántico, con esculturas de Jason de Caires Taylor, el único museo submarino de toda Europa.
Texto por Ana Alemany – Autora del libro Mujeres de los mares.
Arqueología Subacuática – Las pioneras Lola Higueras y Pilar Luna
La arqueología es la ciencia que estudia, describe e interpreta las civilizaciones antiguas a través de los monumentos, las obras de arte, los utensilios y los documentos que de ellas se han conservado hasta la actualidad. Cuando la actividad se realiza bajo el agua se llama arqueología subacuática.
Hasta que la navegación fue sustituida por otros medios de transportes a mediados del siglo XIX, el comercio se realizó mayoritariamente en barcos, produciéndose un denso tráfico marino con un porcentaje relativamente elevado de naufragios. Ello ha provocado que una parte importante del patrimonio de la humanidad permanezca en el fondo de los mares. Además, los desastres naturales o provocados por la mano del hombre han dado como resultado que diversos asentamientos humanos hayan quedado sepultados por las aguas desde tiempos inmemoriales.
Según la UNESCO, en los mares del mundo se hallan alrededor de tres millones de naufragios sin explorar. Cada año se recuperan del fondo del mar decenas de pecios provenientes de barcos naufragados y elementos de ciudades que desaparecieron bajo las aguas.
Naufragios
El pecio, o resto de un barco naufragado, es una «cápsula de vida» de un momento determinado tal vez de hace cientos de años, y contiene documentación valiosísima de la vida de sus tripulantes, las técnicas navales, la construcción naval, la vida a bordo, el comercio y la cultura del momento del naufragio. Una vez descubierta, toda esta información debe ser cuidadosamente estudiada, situada en el lugar exacto del hallazgo, dibujada y fotografiada, y posteriormente vendrá la difícil decisión de extraer o no las piezas de su lecho marino, ya que la conservación de los materiales «empapados» comienza en el momento justo de su extracción y elevación a la superficie, puesto que corren peligro de destruirse si no reciben el tratamiento adecuado. Un pecio muestra la última instantánea de lo que sucedió antes de reposar durante siglos hasta ser encontrado, hasta ser descubierto sin pretenderlo, manteniendo todo su saber en perfecto estado ya que, gracias a la falta de oxígeno, hay muchos elementos que se mantienen intactos. Por ejemplo, la madera con la que están construidas las embarcaciones llega a un punto máximo de deterioro, a partir del cual permanecen estables durante siglos, si las condiciones ambientales no cambian. El proceso se invierte al sacar las piezas al exterior: si no se adoptan complejas medidas de conservación, aquellos objetos más sensibles al contacto con el aire, y por tanto a la oxidación, se alterarán rápida y definitivamente.
El ser humano lleva mucho tiempo ideando artefactos que le permitan descender hasta el fondo del mar e investigar lo que se halla en su lecho marino, pero no lo consiguió hasta que se inventó el buceo autónomo, en los años 40 del siglo pasado. Fue entonces cuando comenzó, primero de forma muy tímida, la arqueología subacuática. Sus fases de un proceso de investigación son: la prospección, la excavación y la preservación de los yacimientos.
Lola, Pilar y la arqueología subacuática
Lola Higueras, como explico en Mujeres de los mares, de Ediciones del Viento, fue la primera arqueóloga subacuática que hubo en España. En 1970, al poco de entrar a trabajar como Jefe de Investigación en el Museo Naval, en Madrid, el Almirante Guillén creó la Unidad de Investigación de Arqueología Submarina y, tras realizar un curso de formación como nadadora, Lola fue la que asumió la dirección de esta sección, dando comienzo a su increíble aventura y sumergiéndose en un mundo donde coraleros, pescadores, trabajadores de las plataformas petrolíferas y otras infraestructuras marítimas o buceadores de combate fueron sus compañeros.
A lo largo de sus 35 años de vida profesional en el Museo Naval, Lola logró reunir y documentar más de 2.000 expedientes de naufragios españoles en España, América y Filipinas y otros archipiélagos del Pacifico, consecuencia del intenso tráfico marítimo de la Carrera de Indias, entre los siglos XVI y XIX.
Pilar Luna, fallecida en marzo de 2020, fue su homóloga en México. Su reconocimiento ha sido a nivel internacional, apodada “el azote de los cazatesoros”, porque nunca cedió ante chantajes de todo tipo, incluidos los de empresas como la compañía Odissey. En 1980, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de Ciudad de México creó un área para desarrollar la investigación y defensa del Patrimonio Cultural Subacuático, a cuyo frente situaron a Pilar; puesto que ocupó treinta y siete años, hasta que en 2017 se jubiló.
Una de sus investigaciones fue el proyecto Flota de la Nueva España (1630-1631) con sus buques insignia Nuestra Señora del Juncal y Santa Teresa, siendo éstos el blanco principal de los cazatesoros. El buque español Nuestra Señora del Juncal, zarpó de Cádiz en 1630 y se hundió un año después, tras una lucha terrible contra el mar en el Golfo de México. Iba cargado de monedas de plata y una gran variedad de productos autóctonos, como el palo de tinte de Campeche, especias y chocolate. Siendo mujer y en un país reconocido como machista, muchas veces fue difícil enfrentarse a autoridades y a poderosos grupos económicos y políticos. Pero Pilar Luna utilizó siempre una norma: «Nuestro patrimonio ni se vende, ni se subasta, ni se compra, ni se regala, ni se malbarata».
El Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro fue otra gran investigación: tres espeleobuzos descubrieron en una gruta inundada hace milenios, un esqueleto humano perteneciente a una joven de unos 15 años —a la que llamaron Naia— que vivió hace casi 13.000 años, en el Pleistoceno Tardío. También hallaron esqueletos y restos de cuarenta y dos animales, varios de ellos ya extinguidos (gonfoterio, tigre dientes de sable, perezoso gigante de tres tipos y osos de cara corta, entre otros). El esqueleto de Naia era el eslabón que confirmaba que al menos algunos grupos de los primeros pobladores de América llegaron, en efecto, de Siberia vía el Estrecho de Bering.
Actualidad
En el presente, no solo se encuentran bajo las aguas piezas de pecios o de antiguas colonias humanas, sino que se pueden visitar incluso obras de arte, como las que existen en Lanzarote (Islas Canarias) en el Museo Atlántico, con esculturas de Jason de Caires Taylor, el único museo submarino de toda Europa.
Texto por Ana Alemany – Autora del libro Mujeres de los mares.
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